18 junio 2015

Presos y presas (de embalse)



La coincidencia en las pasadas fechas de diversas situaciones pluviométricamente interesantes en una parte importante del territorio nacional ha vuelto a poner de manifiesto, en mi humilde opinión, el importante y poco reconocido papel que el colectivo de presas (de embalse) español juega en la gestión del agua. 

Aún no se han silenciado los ecos del (pen)último episodio de sequía (de hecho, casi vigente en algunos lugares), en cuyas actuaciones paliativas las presas jugaron un papel fundamental, cuando ahora hemos vuelto a solicitar su colaboración (esta vez para todo lo contrario). 

Todo esto se produce además en un marco en el que existen no pocos detractores de estas obras que justifican su opción antipresista con diversos y bien alimentados argumentos. 

Las presas en nuestro país se encuentran desde hace ya mucho tiempo sometidas a sospecha. Es más, yo creo que se encuentran encarceladas, es decir, presas, aunque lo estén en una prisión especial que a mí me recuerda la de aquella sección tan celebrada de ese semanario cachondo e impagable que fue La Codorniz y que se llamaba “La Cárcel de Papel”*

Yo creo que las presas llevan cumpliendo una sentencia (que se alarga ya en exceso), derivada de una mala interpretación de su génesis y objetivo, y que ha llegado el momento de indultarlas o amnistiarlas o lo que procedimentalmente sea oportuno. 

La permanencia de las presas (de embalse) en esta situación de encarcelamiento tiene como consecuencia directa la multiplicación de los trámites, la dilatación de los plazos, la paralización de las actuaciones y la ralentización de las diligencias (¡qué bonitas contraposiciones lingüísticas permite el bendito castellano!) necesarias para la incorporación de nuevas presas al acervo existente. En paralelo, se produce el aumento (hasta límites a veces ridículos) de la documentación, requisitos y aparellaje burocrático necesario para mantener en funcionamiento las ya construidas. De aquí que sostener que estas instalaciones están enclaustradas en una cárcel de papel pueda hasta no ser una metáfora, sino aproximarse más a un cuadro hiperrealista de Antonio López. 

* Para aquellos de los previsiblemente más jóvenes lectores de estas líneas que no tengan noticia de esta sección, baste decir que en ella D. Evaristo Acevedo se erigía en juez y condenaba a personajes, actitudes, organismos, etc., en base a sus actos, a la permanencia en la susodicha cárcel durante un periodo de tiempo proporcionado a la gravedad del delito. Dado el carácter satírico-festivo de la publicación, los resultandos y considerandos que documentaban y justificaban las condenas eran el meollo del asunto y si recordamos que entre los condenados se llegaron a encontrar D. Laureano López Rodó (varias veces ministro) y D. Torcuato Fernández Miranda (presidente de las Cortes) y todo ello en pleno franquismo, se podrán hacer una idea de la sustancia y contenido de la sección.

En mi papel de abogado defensor (de oficio, que por esto no cobro un duro) que trata de conseguir la excarcelación de sus representadas, debo argumentar en primer lugar que de la puesta en libertad de las mismas no se derivaría un incremento de la alarma social. De hecho, hace pocas fechas y en el curso de una operación de apertura de aliviaderos, he podido comprobar cómo las multitudes que se acercaban a las instalaciones no lo hacían dotadas de antorchas, horcas, escopetas, estacas y tridentes como cuando se aproximan a los castillos de Frankenstein o de Drácula para pegarle fuego al monstruo, sino enarbolando sonrisas y cámaras de fotos para comprobar y documentar gráficamente la capacidad de estas infraestructuras para encauzar y domesticar (¡uy!, esto es casi una incorrección política) las fuerzas de la naturaleza. 

También debo negar que las presas se resistan a ser reeducadas o a rehabilitar su conducta (lo que podría aconsejar mantener su condena a perpetuidad). Por el contrario, advierto propósitos de enmienda en su actitud pervertidora del medio ambiente. En la práctica totalidad de los casos, se han llegado a mimetizar tanto con el entorno que las rodea que hasta sus propios carceleros no son capaces de prescindir de su labor actual en este campo (como demuestra el que se planteen sistemáticamente limitaciones ambientales a su explotación que exceden con mucho a las que se darían en las condiciones naturales previas a su implantación). 

Otro argumento a favor de la excarcelación de las penadas es que, a pesar de haber perseverado en el intento, su actuación no ha conseguido invertir de modo definitivo el orden natural, como se nos sugiere que estaba previsto en su nefanda hoja de ruta. Las operaciones de desagüe a las que me he referido antes (por estéticas que puedan resultar y aunque admiremos la pericia de los que las llevan a cabo minimizando daños y riesgos a personas y haciendas) no dejan de ser actos fallidos. Ninguno de nosotros recuerda a Fernando Alonso por la fabulosa frenada que realizo en éste o aquel circuito, sino por sus adelantamientos al teutón o al hijo de la pérfida Albión, y ninguna presa se ha construido (hasta la fecha) por lo estético y aparente del vertido de sus aliviaderos y órganos de desagüe. 

Parece mentira que, a pesar de la gran cantidad de presas que sufrimos hasta en cuencas tan (macro/hiper) reguladas como la del Guadiana, haya sido preciso desaguar en el corto espacio de tres o cuatro semanas tanto volumen de agua como para poder servir todos los usos actuales durante más de un año, dejando además almacenada agua suficiente para los próximos cuatro. 

Si pensamos en términos de energía, durante los últimos tres meses la producción de electricidad realizada en las presas ha permitido reducir la emisión de una cantidad obscenamente elevada de toneladas de CO2 (y de paso ha servido para iluminar las viviendas de un gran número de españolitos, incluidos los que guardan las llaves del penal donde las tenemos enclaustradas). Todo ello sin contar (al fin y al cabo va a manos privadas) el dinero que las compañías productoras se han embolsado por la energía vendida en el periodo, o sea, más de 9.000 GWh desde principios de año (de todos modos, el IVA de este importe sí ha ido a la caja común). 

Por tanto, y considerando la ya larga condena cumplida, el propósito de enmienda, el hecho de que no han conseguido materializar sus perversos objetivos y en base al reconocido principio rehabilitador que anima nuestra legislación penal, propongo excarcelar de esta prisión de papel a las presas y embalses que pululan por nuestros ríos y que en paz puedan ejercer su función (y si es conveniente y están en disposición y ánimo de ello, que procreen y se multipliquen) sin otra limitación que la sujeción estricta a las disposiciones vigentes, dejando sin efecto el plus de inoportunidad, prejuicio y alejamiento del orden democrático que hasta ahora les viene siendo impuesto. 

Es justicia que pido a finales de este invierno del año de gracia de dos mil diez.







1 comentario: