17 febrero 2015

Las presas en Extremadura, "algo de toda la vida"



Sigo con interés los artículos publicados en este blog “Agua Civilizada”, con motivo del 25 aniversario de la presa de La Serena, y quería aportar mi colaboración, centrada en la historia de las presas en Extremadura (los que me conocéis sabéis que es un tema que me gusta mucho). Y es que se trata de una historia muy rica e interesante. Ya Antonio Alcaraz en sus “Tres momentos de la Historia de la Serena” hacía referencia, cómo no, a Proserpina y Cornalbo, pero hay mucho más…



Pablo Giménez, de la SEPREM, en “La garantía del ahorrador”, comparaba la posibilidad de guardar agua, que nos brindan los embalses, (especialmente el de la Serena por su gran capacidad) con el ahorro del responsable de una familia cuyos ingresos son discontinuos en el tiempo. Más recientemente, Álvaro Paniagua, compañero de la Confederación Hidrográfica del Guadiana (C.H.G.) ha explicado muy bien los conceptos de regulación y laminación de avenidas, que siempre originan los embalses.

Precisamente esa necesidad de una regulación, la posibilidad de guardar (ahorrar) el agua cuando la naturaleza la proporciona, para poder luego ir usándola a medida que se necesita (y la naturaleza ya no la proporciona, o no lo suficiente), es lo que motiva esa rica historia de las presas en Extremadura. Historia de la que la presa de la Serena es indudablemente uno de sus mayores hitos.

El que la necesidad de regulación sea tan acuciante en Extremadura viene dado por la conjunción de dos adversas circunstancias naturales. Por un lado, un régimen de precipitaciones sumamente irregular, con alternancia de años secos y húmedos. Y por otra parte, unos terrenos compuestos mayoritariamente por rocas muy impermeables, de forma que la componente subterránea de la escorrentía es poco importante respecto de la superficial. La escorrentía superficial es “rápida”, en cambio la subterránea es “lenta”, pues el agua tiene que filtrarse al terreno, llenando unos acuíferos, que a su vez van drenando, poco a poco, a los cauces proporcionándoles un flujo base. Es decir, hay una cierta regulación natural debido al agua almacenada en el propio terreno. 

Por tanto, en Extremadura, cuando llueve nuestros cauces llevan agua, en ocasiones mucha agua, pero cuando deja de hacerlo, enseguida se quedan secos o casi secos. Es decir, la regulación natural de los mismos es muy pequeña.

Según los estudios llevados a cabo por la Administración hidráulica española, las cuencas hidrográficas del Tajo y el Guadiana (a las que pertenece la mayor parte del territorio extremeño) están entre las de menor regulación natural del territorio nacional. En números redondos y referidos siempre a cifras anuales, podemos afirmar que el conjunto de cuenca del Guadiana española (sin “mutilaciones administrativas”), de una aportación media en torno a los 5.000 hm3, tan solo se podrían aprovechar en régimen natural (es decir, sin presas) unos 50 hm3, es decir un 1%. Sin embargo, el consumo está en torno a los 2.500 hm3. En la del Tajo, estas cifras son de unos 10.000 hm3 de aportación media, de los que utilizables en régimen natural serían unos 600 hm3 (un 6%), para un consumo en torno a 4.000 hm3. Cifras que nos dan idea de la importancia de las presas.

Y dado que estas condiciones hidrológicas han sido más o menos constantes a lo largo de nuestra historia, mientras que el desarrollo de la sociedad va requiriendo consumos de agua cada vez mayores, las diversas civilizaciones que han ido pasando por Extremadura han sentido la necesidad de construir presas que pusieran estos recursos hidráulicos a su disposición.

En 1986 el entonces M.O.P.U. publicó un “Inventario de presas españolas” (presas en servicio a la fecha de publicación del Inventario), donde éstas aparecen ordenadas cronológicamente. Pues bien, entre las 50 primeras presas (es decir, hasta la década de 1880 aproximadamente), nada menos que 27 (algo más de la mitad) se encuentran en Extremadura. Siendo las números 1 y 2 las de Cornalbo y Proserpina.

Efectivamente, los primeros en tratar de realizar una regulación artificial mediante presas en nuestra región fueron los romanos. Además de Proserpina y Cornalbo, ambas de algo más de unos 20 m de altura, y origen de dos de los tres sistemas hidráulicos de suministro a su capital provincial de Lusitania, Augusta Emerita, los romanos construyeron en Extremadura bastantes otras presas, si bien de menor tamaño (entre 3 y 6 m de altura). Según la Tesis Doctoral de Juan Carlos Castillo , “Tipología y materiales de las presas romanas en España” (dirigida por Miguel Arenillas), hay constancia en Extremadura de 22 presas romanas, más otras 6 posibles (de un total de unas 100 presas romanas en la Península Ibérica, unas 70 en España y otras 30 en Portugal).

La mayor parte de ellas se ubican en el entorno de Augusta Emerita, pudiéndose citar, además de Proserpina y Cornalbo, las de Esparragalejo (también en servicio aunque completamente reconstruida en los años 50 del siglo XX), o los restos de las de El Paredón, Araya, Valverde, o Vega de Santa María, entre otras. Muy cerca de Badajoz tenemos los restos de la interesante presa de Las Tomas, lamentablemente cada vez en peor estado. Y también existieron presas romanas en otras zonas de la geografía extremeña, como Santa Marta de los Barros, Valencia del Ventoso o Cañaveral, esta última se cree que pudiera tener como finalidad servir de abrevadero junto a la calzada romana entre Mérida y Astorga, origen de la conocida “Vía de la Plata”.

Plano de la presa de Proserpina de Fernando Rodríguez, 1795

Plano de la presa de Cornalbo de Fernando Rodríguez, 1797

Señalemos que las presas de Proserpina (sobre todo) y Cornalbo han sido objeto de importantes estudios por parte de la C.H.G. Las otras presas del entorno de Mérida lo han sido sobre todo, desde un punto de vista arqueológico, por los investigadores emeritenses José María Álvarez, Trinidad Nogales, José Luis Mosquera y Germán Rodríguez. 

Las presas extremeñas entre la Baja Edad Media (de la Alta Edad Media nada se sabe en esta materia) y el siglo XIX han sido admirablemente tratadas en la obra “Presas Antiguas de Extremadura” de José Antonio García-Diego, que recomiendo a los lectores de este artículo.

De época bajomedieval tenemos dos presas posibles, y una segura. Las dos posibles son la de Belvís de Monroy, asociada al castillo de dicha localidad, del siglo XV (aunque Juan Carlos Castillo la considera de posible origen romano) y la de Lancho (Alcántara), pues aunque la presa existente en la actualidad es de 1744, según una lápida existente en la misma, en dicha lápida se dice que la presa original se comenzó en 1398.

La presa bajomedieval sobre la que no hay dudas es la “presa del estanque de Guadalupe”, asociada lógicamente al monasterio, y construida hacia 1420-1425. Está documentado que durante la visita a Guadalupe del Rey de Castilla Juan II (un Trastámara), el mismo navegó en una barca por el estanque (es decir, el embalse creado por la presa en el río Guadalupejo). Se trata de una presa de unos 15 m de altura, de contrafuertes, con diversos molinos (función primordial de ésta y muchas de las posteriores presas extremeñas) adosados aguas abajo del muro de presa, con una estructura de tres niveles y cierta complejidad arquitectónica. 

Reconstrucción ideal de la presa del estanque de Guadalupe, por Alberto Córdoba,
obtenida del libro "Presas Antiguas de Extremadura" de José Antonio García - Diego
Y aquí no nos queda otro remedio que decir que nos da una profunda pena el estado actual de los restos de esta presa. Pues la presa se conserva en su mayor parte, aunque el embalse está casi completamente aterrado, si bien el grado de deterioro de sus restos va siendo cada vez mayor. Pensamos que, por su indudable interés histórico, estos restos deberían ser declarados Bien de Interés Cultural, expropiados (la parte que no esté en Dominio Público Hidráulico), estudiados en detalle, restaurados o al menos consolidados para evitar su deterioro, e incluso habilitados para su visita turística. Nos consta que desde la C.H.G. se ha realizado alguna propuesta en este sentido, que lamentablemente no ha fructificado.

La presa del estanque de Guadalupe puede considerarse además la precursora de una “especie autóctona” de presas en nuestra región: las “albueras extremeñas”. El término albuera, de origen árabe, es sinónimo de laguna, en referencia al embalse creado por la presa. Se trata de presas de fábrica (básicamente mampostería), con sección transversal más o menos rectangular (como la mayoría de las presas “precientíficas”, es decir las diseñadas sin aplicación de los principios de la mecánica racional), en la mayor parte de los casos con contrafuertes y molinos adosados aguas abajo. Se construyeron entre los siglos XVI y XIX, y por orden cronológico, las más importantes  son  las siguientes:

La Albuera de Castellar, en Zafra, con unos 19 m de altura, y que en el antes citado Inventario de 1986 aparece como construida en 1500, sin que se sepa de donde procede esta fecha tan “redonda”, aunque personalmente nos parece perfectamente posible que sea del siglo XVI. Actualmente esta presa está sumergida bajo las aguas del embalse de Zafra, construido en los años 70 del siglo XX para abastecimiento de dicha localidad, situación que como veremos no es única, sino que se da en otra presa histórica extremeña.
Presa de Zafra, en construcción, y detrás la presa de La Albuera de Castelar. Fotografía
obtenida del libro"Presas Antiguas de Extremadura" de José Antonio García - Diego

La Albuera de San Jorge, en Trujillo, con unos 11 m de altura, construida hacia 1577 según consta en una lápida situada sobre la puerta del molino adosado a la presa.

Presa de La Albuera de San Jorge en Trujillo

La Albuera de Casabaya, en Jerez de los Caballeros, con unos 16 m de altura, y datada a finales del siglo XVII.

La Albuera de Feria, cerca de la localidad de dicho nombre, con unos 24 m de altura, construida en 1747 a instancias del Obispo de Badajoz, D. Amador Merino Malaquilla, según está documentado.

La Presa de Zalamea, en Zalamea de la Serena, de 17 m de altura, construida entre finales del siglo XVIII y principios del XIX (fecha del Inventario: 1816), que aunque se llame habitualmente “presa” (o a veces “charca”) y no “albuera”, pertenece claramente a este grupo.

Presa de Zalamea de La Serena
Además, se construyeron otras presas de características similares, aunque algo más pequeñas (alturas entre 4 y 9 m), denominadas por lo general “charcas”, Entre los siglos XVI y XVII la Charca de Arroyo de la Luz, y durante el siglo XVIII, también en la zona entre Cáceres y Alcántara las de la Charca de la Generala (Cáceres), Charca del Lugar, Barrueco de Arriba y Barrueco de Abajo (Malpartida de Cáceres), Arce de Arriba, Arce de Abajo y Greña (Brozas), García (Villa del Rey) y la ya citada, por su posible origen medieval, de Lancho (Alcántara). Entre este grupo hay que citar también la presa de Casillas 2 (Valdefuentes) datada en el siglo XVI, que debió de ser una omisión en el Inventario de 1986, de forma que la designada en el mismo como “Casillas 1” es posterior (fecha del Inventario: 1870).

Presa de García (Villar del Rey). Fotografía obtenida del libro"Presas Antiguas
de Extremadura" de José Antonio García - Diego
Mención aparte merecen dos presas, sobre las que prácticamente no existen fuentes bibliográficas,   no figurando ni en el Inventario ni en el libro de García-Diego, y que suelen considerarse  romanas, aunque estamos convencidos de que no lo son, al menos la parte actualmente visible de las mismas. 

Una de ellas es la presa de la Charca del Bercial, sobre el río Guadámez, en Campillo de Llerena, de unos 9 m de altura, con contrafuertes, en la que la parte de la presa observable actualmente parece haber sido realizada entre los siglos XVI y XVIII.

La otra ni siquiera tiene un nombre “oficial”, nombrándose por lo general “presa de Loriana” o “presa de Lorianilla”, e incluso la he oído llamar a los lugareños “presa del molino del Cura”. Se encuentra en Puebla de Obando, sobre el arroyo Valhelechoso, tributario del arroyo Lorianilla. Y creemos que lo más probable es que esté relacionada con el Monasterio de San Isidro de Loriana, que existió entre 1551 y la desamortización (1836), y cuyas ruinas (lamentablemente en pésimo estado y absoluto abandono) se encuentran en las proximidades. Pensamos que no es descabellado suponer a la presa coetánea del monasterio primitivo, y por tanto datarla a mediados del siglo XVI.

Presa de Lorianilla, con el arroyo vertiendo sobre la misma.
Se trata de una presa de unos 7 m de altura, con el paramento de aguas abajo vertical (con un pequeño escalón), sin que se aprecien contrafuertes. El embalse está totalmente aterrado, saltando el arroyo sobre la coronación de la presa, lo que ha originado una charca aguas abajo, dando lugar a un paraje de gran belleza. Aprovecho para dar las gracias al compañero de C.H.G. Eulogio Acevedo, que conocedor de mi interés por estos temas, fue quien me hablo de esta presa, y me llevó un día a visitarla.

No solo se construyen presas nuevas, sino que se restauran las existentes para poder seguir siendo aprovechadas. En este sentido cabe citar la importante restauración del paramento de aguas arriba de la presa de Proserpina, realizada a principios del siglo XVII. Se ha especulado mucho con una posible restauración integral de la presa de Cornalbo a cargo del Conde de Campomanes, a finales del siglo XVIII, pero nada se ha podido demostrar al respecto.

En la primera mitad del siglo XIX se construyen nuevamente numerosas presas en la antes citada zona entre Cáceres y Alcántara, pudiendo citarse las de Petit 1 y Petit 2 (Arroyo de la Luz), Brozas 1 (localidad del mismo nombre), Barroso y Cueto (Villa del Rey) y Mata de Alcántara y Molino de Cabra (Mata de Alcántara). Son presas de las mismas alturas que las anteriormente construidas en esta zona (entre 3 y 6 m de altura) y de similar tipología, excepto las dos últimas citadas, que son de materiales sueltos.

También se construyen, a lo largo del siglo XIX, presas en otras zonas, como la de Quebrada de Tiendas, en Talayuela, Zamores en Membrío, o Casillas 1 en Trujillo.

Y hacia finales de dicho siglo, la ciudad más grande de Extremadura, Badajoz, tiene que plantearse resolver su abastecimiento de agua, resultando ya insuficientes o inadecuadas las fuentes de suministro anteriores: pozos, tomas en el Guadiana, Gévora o Rivillas, o las escasas fuentes de sus alrededores (Mafra, Puerta Trinidad, la Rana, Caballeros, Cuadrejones y Vivero).

Para ello se constituye la “Sociedad de Aguas del Gévora”, a la que el Ayuntamiento de Badajoz encarga un proyecto de abastecimiento a realizar en dos fases. Para la primera de ellas, que entra en servicio en 1880, se construye un azud de derivación de 2 m de altura en el río Gévora, del que partía el canal que abastecía a la ciudad.

Presa de Villar del Rey, en construcción, y detrás la de Peña del Aguila
La segunda fase consiste en asegurar el suministro de agua a dicho azud, mediante un embalse de regulación situado aguas arriba del mismo, en el río Zapatón, afluente del Gévora, creado por la presa de Peña del Águila (cerca de Villar del Rey), que entra en servicio en 1892. 

La presa de peña del Águila es la primera gran presa “científica” que se construye en Extremadura, ya con el clásico perfil triangular de las presas de gravedad. Tiene una altura de 25 m y creaba un embalse de unos 8 hm3. Estuvo en servicio hasta finales de los años 80 del siglo XX, cuando la C.H.G. construyó inmediatamente aguas abajo una nueva presa mucho mayor, la de Villar del Rey, de unos 50 m de altura y 130 hm3 de capacidad de embalse, que es la que hoy en día abastece Badajoz, quedando sumergida en su embalse la presa de Peña del Águila.

A principios del siglo XX se construyen algunas otras presas, como las de Gargüera (Tejada del Tietar), La Maside (Aldeanueva del Camino) y Ribera de Mula (Salorino).

Y en 1902 se aprueba el “Plan General de Canales de Riego y Pantanos”, conocido como “Plan Gasset”, por Rafael Gasset, el Ministro de Agricultura, Fomento y Obras Públicas (en diversos periodos entre 1900 y 1922) que lo impulsó, y cuyo lema era “Agua, caminos y escuelas”.

En Extremadura, el Plan Gasset contemplaba actuaciones como el pantano del portillo de Cijara, el de Peña Santa (Zujar), Alange (Matachel), Cancho del Fresno (Ruecas), Lácara, Guadamez, Piedra Aguda, Valuengo, y la reparación de Proserpina y Cornalbo, todo ello en la cuenca del Guadiana. En la del Tajo contemplaba los pantanos de Rosarito, Jaranda y los Llanos, en la zona entre Navalmoral y la Vera, los del Molinillo, Jerte y Rivera Oveja en la zona entre Plasencia y Coria, y los del Borbollón y Ribera de Gata en la zona entre Coria y Moraleja.

En honor de los autores de dicho Plan, hay que decir que casi todo lo contemplado en el mismo se ha acabado realizando, evidentemente no exactamente como estaba previsto, y al lado de bastantes otras cosas nuevas. Todo ello a lo largo del siglo XX, y como es bien sabido, con múltiples vicisitudes, derivadas de la turbulenta historia de nuestro país en parte de esta época.

Pero yo ahora voy a acabar aquí, pues ya me he extendido demasiado (como siempre) para lo que pretendía. El cómo se llevaron a cabo las grandes obras hidráulicas (presas, canales y zonas regables) en Extremadura en el siglo XX es otra historia apasionante, que espero que alguien más capacitado que yo nos pueda resumir y publicar en este blog, también como complemento de las “25 miradas a la presa de La Serena”.

Con esta breve historia de las presas en Extremadura hasta los comienzos del siglo XX, espero al menos haber puesto de manifiesto que las presas en Extremadura son y han sido siempre algo imprescindible, y que por tanto, la grandiosa presa de La Serena no deja de ser heredera de una tradición bimilenaria, es decir de “algo de toda la vida”, como reza el título de este artículo.

1 comentario:

  1. Como no podía ser de otra forma, la relación de presas que detalla Fernando Aranda es apabullante. Cerca de dos mil años de la historia de las tierras que hoy constituyen Extremadura se pueden construir a partir de esta relación. No es casualidad que Fernando no haya encontrado presas en el periodo tenebroso de invasiones y abandono de las ciudades que representa la Alta Edad Media. Leyendo el artículo recordaba una de las primeras notcias recogidas en este blog: la demolición de una presa en el río Cofio, cuenca del Tajo. Es posible que hubiera razones poderosas para su demolición pero es de agradecer que todas las presas aquí mencionadas no hayan corrido la misma suerte. Todas ellas, más las del siglo XX, con La Serena al frente, y las infraestructuras asociadas (acueductos, canales, conducciones, molinos, centrales,...) conforman el impresionante patrimonio histórico-hidráulico de Extremadura.

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